©MatthiasZölle

(t)SchLU(ü)S(.)S!?!.

Una velada Satie con Salón

“El sábado por la noche se ha transformado la Gran sala del Teatro Municipal de Münster. Se borró del mapa lo provincial, aquí ganó la metrópolis. Algo así se ve sólo en los teatros más importantes del mundo. Y aún así, cuando se tiene suerte. Teatro grotesco, político, que conmueve, que estupefacta, que divierte: “(t)SchLU(ü)S(ß)S!?!.”
El título es tan excéntrico como el mismo compositor, esta obra trata sobre su música y su vida. Tan chapurrado y decididamente irresoluto como el Dadaísmo, que se conmemora en esta estreno. Tan alegre como el salón estridente que el coreógrafo Daniel Goldin diseñó - con escalera de Show, bola de espejos, faldas de Cancán y piernas bamboleantes, que se asoman por debajo de las faldas (un gran elogio para el vestuario encantador de Gaby Sogl).
Más tarde, cuando en el film inicial, filmado en la tradición del cine mudo, los bailarines de Münster corren como gacelas espantadas por la Plaza Principal y llegando al Teatro Municipal son recibidos con una marcha fúnebre, el espectador que no está del todo informado sobre la política de la ciudad, nota que Goldin está comentando los pasados recortes presupuestarios. Un ‘Tschüss’ (Chau) y un ‘Schluss’ (¡se acabó!) no solo en el título. Pero el Tanztheater está todavía ahí. ¡Y cómo! Goldin crea un collage a partir de música, canciones, danzas y textos. Con movimientos típicos, a su vez siempre repetitivos, reproduce las estáticas y repetitivas formas musicales de Satie. Completamente vestidos de gris, baila el Ensemble, prisioneros del ciclo musical.
Este último está compaginado en forma de collage al igual que las escenas. A Satie se lo puede reconocer constantemente, salvo cuando de vez en cuando se cuela en el medio la “Ursonate” (Sonata primitiva) de Kurt Schwiters, una obra dadaísta compuesta onomatopéyicamente. A las suaves y fluidas melodías de Satie, usada abusivamente por la publicidad televisiva, Goldin le opone a veces contrapuntísticamente una estridente rutina de Show, otra vez que desemboca en un dulce dolor: un solitario sonido de acordeón sincronizado con los suaves movimientos de los bailarines.
Goldin hace que el director musical Rainer Mühlbach suba del foso de orquesta al escenario, lo viste con un elegante sombrero de paja y como Erik Satie en la época del cabaret Chat Noir en Montmartre le hace tocar el piano. Kathrin Mander canta excelente y frívolamente, cómo se gesta el niño en la canción ladina “Chochotte”. Gritos de ‘bravo’ y ovaciones de pie para todo el equipo - y aplausos especiales para el pícaro coro de niños del ‘Gymnasium Paulinum’ y su exquisito arte dadaísta.”

Sabine Müller, Münstersche Zeitung, 30 de abril de 2007


“El ABC lo pueden todos. El ZYX es mucho más difícil. Y cuando sobre todo se trata de niños que recitan el alfabeto de atrás para adelante, además de en coro y rítmicamente dirigidos por un verdadero director musical, el público se entusiasma. ¡Quién se quiere preguntar en este caso por el sentido! La vida es gris, el arte colorido. A veces hasta un poco estridente y por eso también amenamente sin sentido. Como a veces en la nueva obra del coreógrafo Daniel Goldin que está dedicada al compositor Erik Satie. Ya el título anuncia grupos opuestos: (t)SchLU(ü)S(?)S!?!.
... Aquí, donde la vida gris se transforma en el colorido arte, los bailarines encuentran su patria y bailan valientes la música de Satie... Sobre el escenario, iluminado por coloridas luces de neón, hay desde graciosas y extrañas canciones y danzas como también diversos trozos de textos de Kurt Schwitters y otros, que hablan sobre el teatro y su libertad…Y cuanto más poético parece ser todo, más serio se pone con las citas de escenas de films de Buñuel y Eisenstein que recuerdan grandes tragedias o representan danzas macabras. Los bailarines actúan muy entregados… Kathrin Mander muy enfática…”

Harald Suerland, Westfälische Nachrichten, 30 de abril de 2007


“… El nuevo film surrealista de Oliver Iserloh en blanco y negro y de 15 minutos de duración, sobre un Ensemble sin patria… se proyecta al inicio en una pantalla… En el film de Iserloh, montado a través de fotos de Man Ray, los ojos son relojes, los ojos salen de las bocas que se tragan bailarines y se cuenta dinero delante del teatro municipal de Münster. Mientras tanto el Ensemble de Goldin es echado de todas partes, por honorables ediles de Münster, clérigos, barrenderos, artilleros de la marina. ¿Todo una ilusión? “(t)SchLU(ü)S(?)S!?!.” es como título no solo un préstamo del dadaísmo. El montaje de Tschüss (chau) y Schluss (¡se acabó!) refleja también el futuro incierto del Tanztheater... Sobre todo esto está la ironía de Satie, cuya música, a menudo estática y repetitiva, se transformará con Goldin, cuyo estilo propio desarrolla continuamente y permanece siempre reconocible, en caderas oscilantes, grotescos cuerpos temblorosos o deprimidos ritmos, entre melancolía o demostración irónica de superioridad. La obra de Erik Satie, en su tiempo, fueron escándalos provocados conscientemente. Una intención de este tipo es hoy una ilusión - el estreno de Daniel Goldin recibió, hay que decirlo, mucho más que los frecuentes aplausos detrás de cada escena.”

Marcus Termeer, TAZ, 4 de mayo de 2007


“… la nueva puesta en escena de Goldin para la Gran Sala, le permite al Ensemble de 10 intérpretes hacer muchos disparates, lo cual naturalmente está cargado como siempre de significado - como ya sabemos sobre guerras, crisis económicas y el fin de algunos de estos bohemios. También el título incluye el ‘Schluss’(cierre), el ‘Schuss’ (disparo) y el ‘Tschüss’ (chau). ¿Pero puede quetambién quizás ‘Lust’ (ganas) y ‘süß’ (dulce)? Juego y seriedad no se pueden diferenciar, con empeño se van a traspasar los límites… De repente se dan vuelta las atmosferas a lo opuesto y la orquesta bajo la dirección de Rainer Mühlbach juega a lo loco… Oír a Kathrin Mander es un placer muy especial, ya sea si se la escucha como una clarísima soprano, interpretando sobre la escena coquetas canciones francesas o bramando como lasciva cantante de jazz… Goldin captura las emociones de la música de manera precisa. Por partes, el espectáculo tiene un carácter de Revista. Bailes grupales muy sincronizados sobre una amplia escalera juegan un rol importante. Pero la diversión grupal se ve interrumpida constantemente por escenas surrealistas. A un cochecito de bebé, repleto de extremidades de maniquíes lo arrojan por las escaleras. Brazos y piernas cortadas se las incluyen en el baile, a veces graciosamente, otras eróticamente y también de manera macabra… Es muy divertido ver cómo los intérpretes exponen el París de los años 20, cómo citan a Schwitters, Picasso y Cocteau… Muy pocas veces fue Goldin tan colorido y entretenido como en este estreno.”

Ursula Pfennig, Westfälischer Anzeiger, 5 de mayo de 2007


“Extravagantes figuras fantásticas andan con zancos a través de la escena, un bailarín se balancea sobre una silla puesta al revés, la araña de cristal cuelga torcida. Todo está patas arriba. Todo en la mejor manera de los dadaístas y uno de sus protagonistas: Erik Satie, excéntrico compositor y pianista. El título también es dadaísta: “(t)SchLU(ü)S(ß)S!?!.”, con el cual Goldin invita en su salón, insinuado por una sobredimensionada escalera relampagueante, en la Sala Mayor del Teatro de Münster. Aquí late la vida, se buscarán nuevas maneras de expresión. Aquí reinan también eso otro, todas las cuestionadas sensaciones de la vida. Es el principio del siglo XX. Todo está en ruptura, también el arte. Él busca la discusión, quiere la confrontación, traspasar los límites… Así comienza el Tanztheater con un film mudo, mezclado con episodios extravagantes, pero de mucha actualidad, como el desesperado intento del Ensemble del Tanztheater de no ser barrido del mapa de Münster. Lo último no sucedió a pesar de todos los recortes presupuestarios por parte de la ciudad. Y así los bailarines abandonan el film y se trepan, en el verdadero sentido de la palabra, por la escalera del show hacia la siguiente forma artística, para consagrarse en el salón de Satie a la música que a veces es excéntrica, otras estática, pero que suena también melancólica y ensimismada…”

Andrea Kutzendörfer, Die Glocke, 5 de mayo de 2007


“¡Qué recibimiento tan descortés! Sobre la cortina de hierro contra incendios, alumbra ondeante, escrita con luces de neón verde, ‘Sortie’ con una flecha, indicando la salida de la platea. Lamentablemente sonó la invitación para la nueva velada de danza sospechosamente a fiesta de despedida: (t)SchLU(ü)S(ß)S!?!.
Afortunadamente, este conglomerado de diversos tipos de letras de imprenta se confirmará ‘no sólo’ con un sentido personal, sino como una clave dadaísta mordaz y burlona. Con el título de su nueva obra, Daniel Goldin alude al sinsentido de los dadaístas, que se dieron a conocer hace casi100 años como una forma de protesta y respuesta a las trabas al arte nuevo. En la “Velada Satie con música en vivo” de Goldin, el entusiasmo, tanto de la performance musical como de la dancística, es de igual manera importante. Tan alegre y comprometido como director de la Orquesta Sinfónica de Münster y como pianista sobre el escenario (con un osado sombrero de paja) no se lo vio nunca al Director General Musical, Rainer Mühlbach. La cantante de jazz Kathrin Mander y la acordeonista Mechtild Kehr no se le quedan atrás: o en La canción del gato, o en La bella excéntrica en una deliciosa parodia del Cancán o también en el ‘coral poco apetitoso’ del ciclo Deporte y entretenimiento. Magníficamente cantan y actúan los doce niños de una escuela local, vestidos ostentosa y lujosamente por Gaby Sogl, al igual que todos los otros intérpretes. El collage a la manera de revista es una abanico entre un homenaje al excéntrico compositor Erik Satie y una grandiosa e ingeniosa danza macabra para la amenaza de extinción de los grupos de danza en los teatros estatales alemanes. Al inicio se ve una nueva versión del film mudo dadaísta Relâche. En la versión del artista de video Oliver Iserloh, actúa el grupo de Goldin por partes en el Münster actual, por otra entre las ruinas después de la destrucción hacia el final de la segunda guerra mundial. El escenógrafo Matthias Dietrich hace cita del ballet Parade (1917): delante el mugriento telón de terciopelo rojo de un decadente teatro de revistas, atrás una tribuna de madera en lugar de una vieja escalera de show. Más adelante se sube y se baja, se abre y se cierra en la parte de atrás una gastada lona para la entrada de los artistas, que entre tanto solo aparecen en ropa interior o con vestuario que no le queda a su medida o se acicalan provisionalmente con una pantalla desgastada de una lámpara de pie. Un paraguas se balancea flojo y torcido, como barra de un trapecio, entre dos sogas. En la rampa - donde al inicio tres artistas callejeros sin pan y sin trabajo juegan con palabras como ‘Catedral (Münster) - Monedas (Münzen) - Gorra (Mütze)’, se encuentran el empresario y el director del teatro y dialogan: “¡Ahí está el público! - Que pase”, una solitaria dama está sentada delante de la tribuna y aplaude. Hacia el final se junta todo el personal para un colorido y bizarro popurrí de lo mejor de la danza-teatro alemana, lleno de alusiones y citas no solo a las coreografías de Goldin. Desde su obra sobre Felix Nussbaum “In Öl und Nebel” (En óleo y niebla) y la ensoñación de la bohemia parisina en “Hinter der Nacht” (Detrás de la noche), el Tanztheater de Münster no rebosó de tanta fantasía e ingenio.”

Marieluise Jeitschko, Tanzjournal, Marzo de 2007

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