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Winterreise

Una Coreografía sobre el ciclo homónimo de canciones de Franz Schubert

“Daniel Goldin es el ‘melancólico’ entre los coreógrafos contemporáneos. Es sorprendente que, recién ahora, el director del Tanztheater de Münster haya descubierto el “Winterreise” (Viaje de invierno) de Franz Schubert, para una velada de danza. Es cierto que hace cuatro años contribuyó con tres ‘Lieder’ para el programa de Schubert en Núremberg, pero el resultado fue un poco decepcionante. El programa completo del “Winterreise” de Goldin es, sin embargo, uno de sus trabajos más impactantes en general... Daniel Goldin logró algo grandioso: con los 24 ‘Lieder’ formó un ballet con episodios y en ellos sublimó la esencia de la composición. Las sobrias y hermosas secuencias parecen citas de la danza expresionista alemana. El Ensemble, vestido de un negro profundo, vaga como una bandada de cuervos por el espacio. Con variados motivos, Goldin cincela solos, dúos y otras formaciones. La riqueza coreográfica es un deleite…La danza de Goldin es honesta, su plasticidad es a veces tan directa, que resulta una traducción fiel a las palabras…”

Bettina Trouwborst, Westdeutsche Zeitung, 9 de diciembre de 2003


“… Goldin retoma todos los aspectos de la composición, sin crear una atmósfera entumecida de depresión. Es sobre todo la fuertemente expresiva conversión de ‘la lírica musical anatomía de la melancolía’, que el público en el estreno… los arrastró a una salva de aplausos. Goldin pone al descubierto en su coreografía, las facetas de un viaje sin rumbo y los bailarines brillan en el grupo como también en los solos… La unidad del texto y la música, que hace el “Winterreise” de Schubert fascinante, será enriquecida a través de la interpretación de la danza.”

Petra Faryn, Die Glocke, 9 de diciembre de 2003


“… El Ensemble de Münster se presenta como una brillante compacta compañía de danza. Al final, están todos cubiertos por largos abrigos negros. Juntos, pero en solitario se hunden en el suelo, perdiendo la última esperanza - ganando un público entusiasta.”

Simone Thielmann, WDR 5 – Scala, 9 de diciembre de 2003


“… En un profundo duelo, Daniel Goldin ha coreografiado “Winterreise” de Franz Schubert - tan lírico y melancólico como ningún otro, desde que los 24 poemas de Müller, que Schubert musicalizó poco antes de su muerte como “ ciclo de canciones escalofriantes”, se convirtió en un objeto codiciado por los coreógrafos. Ahora bailan los ocho miembros de su Ensemble de Münster el ciclo completo, de una manera altamente expresiva y conmovedora…”

Marieluise Jeitschko, Neue Osnabrücker Zeitung, 10 de diciembre de 2003


“…pero la danza expresiva de Goldin se ajusta, con su sobria elegancia de movimientos, a la sincera seriedad y representación del profundo mundo de dolor de la música de Schubert y los poemas de Müller, tan perfectamente como ningún otro coreógrafo lo ha logrado hasta este momento…”

Marieluise Jeitschko, Die Deutsche Bühne, Nro. 1, enero de 2004


“… La coreografía de Goldin es, en este “Winterreise”, un contrapunto a la música de Schubert. Se mantiene distante de una gestualidad cargada dramáticamente, es así transportada al código gráfico; nuevamente logra ser directa con sus imágenes y a través de esto se afirma como impresionante voz autónoma en esta producción.”

Patricia Stöckemann, Tanzjournal, Nro. 1, febrero 2004


“... Es conmovedor cómo las palabras y los sonidos se reflejan en los movimientos y en la expresión. Goldin no apostó al muestrario típico. Lo ‘escalofriante’ del contenido no vuelve en el cuadro de lo que se expone: ‘Miren, lloro entonces agito las manos sobre el rostro’. Goldin no procede para nada de esta manera. Los gestos están escondidos, como si un depresivo incubara sus pensamientos y volcara su oscuridad sobre su cuerpo. La piernas y los brazos se entumecen. Lo interior sale hacia fuera: Daniel Goldin consigue semejantes imágenes y su joven Ensemble logra también su realización. Corre por su vida, tiembla como hojarasca, se hiela en aislamiento… La música de Schubert… no es el motor de la coreografía, es su detonante. El público buscará en vano una ilustración literal. La obra de Goldin es mucho más. Traspasa un pesar individual en una generalizada forma auténtica de melancolía…”

Ingeborg Schwenke-Runkel, Kölner Stadt-Anzeiger, 10 de marzo de 2005


“...el resultado es, descrito por el mismo Goldin, ‘una coreografía para la música de Franz Schubert’ - 24 escenas unidas unas en otras sin interrupción, en alrededor de 80 minutos de duración. Son estaciones de un viaje hacia la zona fronteriza con la muerte, un monólogo de danza de un aislamiento creciente; pues, aunque los ocho ejecutantes mayormente están presentes como candidatos a la pena de muerte, encerrados en una jaula blanca, no hay ningún tipo de comunicación entre ellos, aún cuando muy ocasionalmente tienen contacto corporal entre sí. Y el contacto con la música, es aún más estrecho. Y esto es el descubrimiento sorprendente de la velada, de la manera en que Goldin, como una especie de ingeniero coreográfico, explora el alma de la música. En escenas de danza de una abrumadora pureza, claridad y - sí, hay que decirlo: de una belleza estética. De esta manera la danza será una reflexión del alma de Schubert bajo el punto de vista de la despedida de un mundo, de cuyas exigencias existenciales, no alcanzó. Una unión tan sinérgica entre la música y la danza se vivencia muy pocas veces - esto va también sobre la musicalidad de célebres coreografías, como la de Balanchine, en el sentido que no sólo traspasa los parámetros de impulso y estructura de la música en la danza sino que traduce su cualidad en un lenguaje propio. Este será danzado por los bailarines no sólo como una especie de dialecto de Münster, sino como su propia lengua materna. Sería tremendo que un Tanztheater, que está íntegramente formado en su propia línea, caiga sacrificado, como se anuncia, por los recortes presupuestarios.”

Horst Koegler, Koeglerjournal, 17 de diciembre de 2005


“... con muchos elementos sutiles, Daniel Goldin le dio un aire de crítica social actual. Los bailarines están solos, completamente sin orientación. No hay nada de donde se puedan asir. Ninguna continuidad, sino una búsqueda de felicidad, amor y del camino acertado. Unos fuegos artificiales coreográficos, en los que los bailarines constantemente están en movimiento, buscando su lugar y ni bien lo han encontrado, o quizás a una persona, inmediatamente lo abandonan. La convivencia de la felicidad y la infelicidad; de la nostalgia y la pena; del querer dejar partir y del querer retener, fue representado por los bailarines con un profundo lenguaje corporal. A través de la elegancia de los movimientos y la intuitiva percepción de emociones se crea en el escenario un polifacético estudio psicológico del universo emocional humano. Los fragmentos de textos, a menudo muy extensos, fueron traducidos en un maravilloso lenguaje corporal por los intérpretes. El melancólico carácter del ciclo de Lieder obtuvo algo a veces liviano, algo a veces animado, que le habló directamente a las emociones del espectador. Por este motivo, hubo un sostenido y prolongado aplauso.”

Dieter Gebhardt, Bietigheimer Zeitung, 20 de diciembre de 2005


“… El sombrío ciclo de los Lieder de Schubert, una obra de despedida del mundo y la esencia de la desesperación y soledad romántica, es en realidad una música de tanta intensidad, que no necesita otra ilustración. Sin embargo, los coreógrafos lo intentan siempre de nuevo, una parte o la totalidad del ciclo - en los últimos años John Neumeier, Daniela Kurz, Uwe Scholz, Trisha Brown o Jörg Mannes. Y así pasa que muy rápidamente, los simples Lieder para piano, bajo el peso de la actividad escénica, se convierten en mera música de acompañamiento o hasta desaparecen. Aquí no es así, ya que a través del minimalismo de su coreografía, Daniel Goldin encuentra la seria y cansada atmósfera de la música, su obra no ilustra literalmente el texto y a primer vista no tiene que ver con el caminante solitario de Schubert… Como Schubert comprende también Daniel Goldin, un argentino de ascendencia judeo-rusa, el “Viaje de invierno” como un camino sin destino, como una constante partida. Pero en él la motivación es otra: el coreógrafo anonimiza al caminante de “Winterreise”, lo multiplica, lo hace parte de una multitud desarraigada, apátrida, como partiendo hacia la diáspora. Y como en Schubert, es también un viaje hacia la muerte: con negros abrigos caminan hacia un entierro, se agachan lentamente hacia el suelo, en paralelo uno al lado del otro al igual que en distintos momentos de la obra, cuyo lenguaje de movimiento recuerda levemente al de Pina Bausch. Una obra delicada, mas distanciada que patética, muestra un gran respeto por la música de Schubert.”

Angela Reinhardt, Eßlinger Zeitung, 20 de diciembre de 2005


“... Lo que queda son mínimos movimientos respirados, suplicantes, pendulares para una música mínima, cargados de manos dirigidas hacia el cielo, acompañados del staccato de los tacos altos de una bailarina; multiplicado movimiento vertiginoso de una larga biografía. Muy pocas veces hubo tanta suavidad, ternura y coherencia en una coreografía de Daniel Goldin como en la representación del “Viaje de invierno “ de Schubert. La escenografía, la concepción de iluminación y el collage musical… generan en su ballet de episodios, un marco al mismo tiempo romántico-melancólico como de actualidad política. En él se mueve la excelente compañía del Tanztheater de Münster con elegancia y presencia y sin embargo como en ensoñación. El lamento del poeta, al mismo tiempo un estudio psicológico del compositor, es mucho más que el lamento por la  inhospitalidad del hombre en este mundo…”

Brigitte Jähnigen, Stuttgarter Nachrichten, 20 de diciembre de 2005


“La coreografía “Winterreise”, a través de la cual Daniel Goldin hizo conocer hace dos años a nivel nacional el Tanztheater del teatro municipal de Münster, pone en marcha lentamente, pero de manera constante, una forma de pensar en el espectador. Esta interpretación del ciclo de los Lieder de Schubert se apoya alguna que otra vez en el ritmo del caminar de la música o en el tono de lamento del texto, sin embargo frecuentemente se deriva del tema del desairado amante, para poner en cuestionamiento su propio dolor y la búsqueda de la muerte… Goldin logró una apacible versión de danza expresionista.  Para él, la agresión es ajena. Hay siempre reconciliación en el ‘patio interior-en el aire’ y a menudo parece la liberación estar cerca de salir de la ‘soledad-dilema’. Pero ninguna de las ocho personas hace algo para poder terminar con el aislamiento. Se hamacan flexibles como paja, los integrantes del Ensemble son ‘soplados’ pasando unos al lado de los otros. Inmediatamente que una mano femenina se apoya en un hombro masculino, se entumecen los cuerpos como bloques de hielo…”

ML, Mannheimer Morgen, 19 de enero de 2006


“... Quizás se debe a la mezcla de la melancolía judía, la pasión latinoamericana y la intención del expresionismo alemán, por lo que Goldin ha logrado trasplantar a un renacer contemporáneo, una obra del oscurísimo romanticismo alemán; cuyo desborde de sufrimiento y su voraz falta de tranquilidad, ha sabido regarlas en claras y definidas secuencias de movimientos, de una belleza seductora. Son secuencias que no son enceguecedoras en lo artístico, sino están comprometidas con la sensibilidad interior - esto es lo que las une a la danza alemana expresionista - pero están más estructuradas dancísticamente y alejadas de figuras clásicas. Vemos y sentimos frialdad, soledad, abandono en fuertes cuadros, aún cuando las entradas y salidas del escenario no son para nada espectaculares; en secuencias de movimientos que se transmiten unos a los otros, como ondas que corren a través de los bailarines; en el bloque del grupo que se traslada como marionetas. El coreógrafo no se dejó inducir por el lacrimoso romance hacia un flexible Pas de Deux. Las pocas relaciones de parejas son paralelos, simétricos o se derivan en dúos que se separan. En primer plano, está el individuo, el que sufre: inmóvil, hundido en sí mismo; encabritado como la mujer con los zapatos negros; o perturbado y extasiado como el doble bailado del compositor que interpreta Tsutomu Ozeki en el Lied “Irrlicht” (Fuego Fatuo).”

Heike Marx, Die Rheinpfalz, 19 de enero de 2006


“...Los bailarines de Münster, todos sin excepción con una calidad individual como solistas muy propia, ponen a prueba sin gran esfuerzo, por qué el pequeño Tanztheater cuenta entre las ‘grandes‘ de las compañías nacionales más importantes.”

Isabelle v. Neumann-Cosel, Rhein-Neckar-Zeitung, 20 de enero de 2006


“La luz sumerge la blanca escenografía en helada frialdad. Como sombras, se mueven los bailarines con su vestuario negro. En la maravillosa coreografía, llevan consigo a los espectadores hacia el conmovedor “Winterreise”, compuesto en 1827 por Franz Schubert.
La música del ciclo de Lieder nos hace desde ya melancólicos - los ligeros y suaves movimientos de los bailarines del teatro municipal de Münster hacen lo restante. En diciembre de 2003 Goldin estrenó su “Winterreise”. Ahora repuso la exitosa obra nuevamente en la programación, siendo el estreno el último sábado en la sala Kleines Haus.
Es el viaje sin rumbo de un hombre infeliz a través de un helado paisaje invernal. Por haber experimentado un amor no correspondido, vaga por todas partes, imaginándose como hubiera podido ser todo. Felicidad, dolor, dejar ir - son temas que ningún otro Ensemble puede traducir mejor que el de Goldin. Entre la paredes blancas, troncos de árboles y enrejado de alambre de espino, se mueve el grupo como en trance hacia un oscuro destino.
Los Lieder escritos por Wilhelm Müller hablan de ‘dulces ojos destellaban’, del deseo ‘quisiera volver la vista atrás’, de la dificultad de la vida. “Más allá de la verja, junto a la fuente” es el más bonito. Para Franz Schubert, que musicalizó los versos un año antes de su muerte, estos sentimientos no eran extraños.
A veces los hombres bailan como si tuvieran una mujer en sus brazos. A veces se atormenta Tsutomu Ozeki sobre el suelo del escenario, con la aparente pretensión casi imposible de seguir adelante. El bailarín se destaca en diversos solos a través de su intensa interpretación. Lo mismo cuenta para Karen Ilaender.
De todas maneras la historia se dirige hacia un sombrío fin. Opresivo es el contraste entre la blancura de la escenografía  y el negro de los largos abrigos de los bailarines, que luego de 80 minutos pasan por la escena como un cortejo fúnebre. “¿Viejo extraño, debiera quedarme yo contigo?”, se dice en un Lied. ¿Quién es el organillero, que aparece visiblemente silencioso?. ¿El arte como única escapatoria o banalmente solo la muerte?”

Andrea Kutzendörfer, Die Glocke, 8 de febrero de 2010

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