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Stimmen, Hände, brüchige Stille

“... Poder bailar estando en trance requiere una alta concentración y una confianza ilimitada en ‘dejarse caer’. A los bailarines se los contempla en este estado de ensimismamiento, en general con mucha envidia: a los profanos siempre se les queda vedado el secreto de la magia de sumergirse en otros niveles. No es así en el estreno de la coreografía de Daniel Goldin, “Stimmen, Hände, brüchige Stille” (Voces, manos, silencio quebradizo) en el Teatro Municipal de Münster. Los ocho bailarines - cuatro mujeres y cuatro hombres - pudieron llevar al espectador al trance y hacer palpable el sentimiento de ‘dejarse caer’. Una experiencia muy especial, con un efecto muy duradero y maravilloso... Como si se despertaran de un sueño profundo, los espectadores necesitaron un par de minutos para liberarse de la experiencia sombría, volver a la realidad y aplaudir vehementemente.”

Sabine Müller, Münstersche Zeitung, 5 de junio de 2001


“… Con botas negras y túnicas largas e incoloras - de vez en cuando con un abrigo grisáceo encima - los ocho bailarines comprenden exactamente, a través de su lenguaje corporal, la expresión de las figuras subyugadas por la guerra y la pobreza en el arte de Käthe Kollwitz. Los movimientos son de una seriedad seca. Al igual que Kollwitz trabaja con contornos afilados, Goldin se prohíbe lo tierno, lo fluido. Las repeticiones reiteradas remarcan lo forzoso de la situación. Las manos juegan un rol importante: suplicantes, desamparadas, como gestos consoladores… Conmovedores son los momentos de consuelo en medio de la desesperación: un gesto protector, los abrazos. Se logran imágenes persistentes… Goldin se muestra consecuente en la representación del lamento… renunciando a los contrastes… Después de 70 minutos se reúnen por primera vez los individuos quejumbrosos en un Ensemble, que bailan lo sincrónico del levantamiento. Un momento de liberación.”

Ursula Pfennig, Westfälischer Anzeiger, 5 de junio de 2001


“… Daniel Goldin se dejó inspirar en su nueva coreografía “Stimmen, Hände, brüchige Stille” (Voces, manos, silencio quebradizo) por el gesto expresionista de las hermosas manos de Kollwitz, las actitudes de duelo de las figuras casi sin rostro, cubiertos por los velos de los vestidos con pliegues. Pero él habla de circunstancias actuales (bandas de tráfico de personas, refugiados llenos de esperanza que son fletados en contenedores en el mar hacia una supuesta felicidad) y continúa su peregrinación a la búsqueda de la verdadera patria con aún mayor intensidad y tristeza, revestida de forma arcaica, que va mucho más lejos que en sus obras anteriores. El aplauso de varios minutos al final del estreno de 90 minutos de duración, sin ninguna pausa, fue para elogiar a los 8 bailarines, que casi continuamente estuvieron sobre el escenario, y tributó respeto al coreógrafo que una vez más, a pesar de toda la abstracción filosófica, demostró que, como maestro de la creación del espacio escénico (con Claudia Philipp), de la iluminación (con Reinhard Hubert) y del sonido (con Thomas Wacker), puede ganar a sus espectadores con sus encantamientos.”

Marieluise Jeitschko, Westfälische Nachrichten, 5 de junio de 2001 / Neue Westfälische Zeitung / Lippische Landeszeitung, 9 de junio de 2001


“Desde el inicio, los espectadores están cautivados por los movimientos monótonos con sonidos de tambores, los gestos quejumbrosos con música moderna coral o las manos rebeldes con la música de Ravi Shankar… Goldin logra trasladar en sus secuencias de movimiento, las actitudes, a primera vista tiesas, de los dibujos para los cuales las manos y sus posibilidades expresivas son el punto central. Ellas acarician, se retraen, aparecen en el escenario como reflejo de impotencia, como sentimientos de resignación de las figuras. El grito oprimido, el silencio quebradizo toman forma en escena. Siempre termina la rebelión en un derrumbe. Se van creando de esta manera movimientos muy intensos que movilizan… La compaginación musical es tan buena, que no sólo apoya la danza, sino que le brinda su propia interpretación. Impresionante es la danza con la música báltica, durante la cual, en forma breve, los segmentos de movimiento se juntan en un presentimiento de liberación. El público vivenció en la platea un estreno muy logrado, con un Tanztheater, que cubre todas las expectativas creadas.”

Petra Faryn, Die Glocke, 6 de junio de 2001


“… En cualquier momento se abre el cubo… allí Goldin desarrolla con ocho bailarines sus imágenes surreales y sombrías. Imágenes de personas que, en la estrechez de un grupo, elevan las manos hacia el cielo y como en una ola oscura, retuercen y hamacan los torsos. O si no, imágenes de parejas que con sus propios cuerpos, logran esculturas que se van modificando de forma lenta y constante, trepándose como gusanos uno arriba del otro, enlazando con el cuerpo a su pareja y encorvándolo…
Se nota de inmediato cuando la danza se libera por momentos de los torsos oscilantes cargados de melancolía. Por ejemplo, cuando una bailarina con una precisión impresionante, como si se la viera a través de una blanca y relampagueante luz estroboscópica de discoteca, recortándose así el cuerpo como si fuera instantáneas fotográficas. Estos cuerpos arrastrados, quebrados son siempre una expresión violenta de conmoción y quizás lo más logrado y también la más moderna traducción a la danza del trabajo de Käthe Kollwitz. Pues desde ese punto de vista, cuando la angustia se hace perceptible, Goldin logra despertar en nosotros lo que provoca la obra de la escultora: empatía y emoción.”

Nicole Strecker, WDR 3 Mosaik, 6 de junio de 2001


La búsqueda de verdadera patria
“… Afortunadamente Goldin corona siempre sus obras de danza - altamente refinadas en lo artístico - con una pizca de esperanza. Así se convierten los monjes budistas… en sobrenaturales parejas de amantes, iluminados por una luz solar amarillenta y finalmente un cargamento de marionetas… las cuales, en un collage musical de Philip Glass y Ravi Shankar, se atreven a la alegría, a las ganas de vivir… La nueva obra de Goldin es un homenaje muy especial a una artista como modelo de humanidad.”

Marieluise Jeitschko, Neue Osnabrücker Zeitung, 6 de junio de 2001


“En medio del escenario hay, al principio no es reconocible claramente, un cubo en forma de habitación, hecho con tablas de maderas no trabajadas, cuyas cuatro paredes están sostenidas de alguna manera por sogas gruesas con un sistema de poleas. Es el santuario profano de un ritual fascinante: la Kaaba teatral de una peregrinación dancística, que quiere viajar hacia la creación de las imágenes de una artista alemana, pero que encuentra su realización en el lejano oriente y con esto, le da nueva vida  a una forma artística histórica: la danza expresionista alemana de los años 20, que todo el mundo conoce como ‘German Dance’...
Goldin, en su esencia, está más cercano a la estética y al espíritu de algunos coreógrafos contemporáneos de Asia, como el taiwanés Lin Hwaimin, el japonés Saburo Theshigawara y Ushio Amagatsu (del grupo Sankai Juku), que de la dibujante alemana, muerta hace más de medio siglo. Sus actores, semejantes a monjes, aparentan aspirar a la misma iluminación, una superación similar del sufrimiento humano como los caminantes de Lin o los monjes de Amagatsu y, cuando por única vez poco antes del final, salen a bailar como liberados por una música de Philip Glass, se parecen más a los derviches musulmanes que a ningún otro.
“Stimmen, Hände, brüchige Stille” (Voces, manos, silencio quebradizo) no sigue ninguna fábula. Sin embargo - con un collage musical de una belleza fascinante y una atmósfera extraordinariamente densa, con composiciones de John Cage, Luzmilla Carpio, George Crumb, Ravi Shankar, Witold Lutoslawski, Istvan Maria y sin olvidar Karlheinz Stockhausen - relata sin ininterrupción sobre los hombres: sus deseos y sueños, sus temores, sufrimientos y obsesiones. El cubo de tablas de madera que Goldin se imaginó y dejó que Claudia Philipp lo realizara, se confirma como un catalizador ideal (primero cerrado y luego abierto por la derecha, con el suelo cubierto por una alfombra de flojel, de un color gris oscuro); la iluminación austera hechiza con una atmósfera continua de magia…
La nueva obra de Pina Bausch, sorprendentemente, le rindió tributo a la sociedad de la diversión, que realiza fiestas al borde del selva tropical brasilera. La obra “Stimmen, Hände, brüchige Stille” (Voces, manos, silencio quebradizo) de Daniel Goldin se opone a eso de una manera estricta, ascética y extraordinariamente llena de expresión. En lugar de diversión, él celebra el duelo, se entierra en rituales áridos de la pena y el sufrimiento. Pero sin embargo el duelo es mucho más que monótono. Él arde de manera enérgica con todos los colores de la pasión. De esta forma la obra, una de las más peculiares e importantes de esta temporada, no sólo exige la concentrada atención del público, sino que también es capaz de mantenerla en un nivel muy alto.”

Jochen Schmidt, Frankfurter Allgemeine Zeitung, 11 de junio de 2001


“… Rostros toscos, personas necesitadas y siempre de nuevo la mirada sobre las manos. Esto muestran los cuadros y las esculturas de Käthe Kollwitz. El repertorio expresionista de la artista, muerta en 1945, lo traduce Goldin al lenguaje de la danza de una forma muy bien hecha. De manera impresionante hasta casi atemorizante, las cuatro mujeres y los cuatro hombres del Tanztheater de Münster logran transportar al público hacia las formas y las atmósferas del mundo de Käthe Kollwitz. Con las cabezas rapadas, vestidos con túnicas amplias, bailan por momentos en trance, otros serenamente sobre una enorme y flexible caja de madera, con un collage musical compuesto por música popular, pasando por John Cage y Philipp Glass. Ir a verlo, asombrarse y sentir…”

Matthias Menne, Radio Antenne Münster, 14 de junio de 2001


“Si la Danza Expresionista de los años 20 es la danza alemana por excelencia, entonces Daniel Goldin es el más alemán de todos los coreógrafos… Si “Stimmen, Hände, brüchige Stille” (Voces, manos, silencio quebradizo) recuerda a las obras de arte alemanas de la primera mitad del siglo XX, entonces también a los trabajos corales de Mary Wigman y a los solos de Harald Kreutzberg... Los intérpretes de Goldin, vestidos por Gaby Sogl con largas sotanas monacales y provistos de pesados botas de montaña, con cabezas rapadas de manera uniforme, parecen buscar la misma iluminación que los bailarines del taiwanés Lin Hwaimin, una superación similar del sufrimiento humano como los monjes del grupo Sankai Juku de Ushio Amagatsu y cuando con la música de Philip Glass bailan magnificamente con una gran liberación, se parecen a los derviches…
Es cierto que el vestuario en forma de sotanas y las cabezas rapadas allanan las diferencias particulares de cada sexo. Hace a los 8 interpretes… casi indiferenciables y elimina lo erótico. A pesar de ello, Goldin logra al mismo tiempo en la consonancia  de la música y el movimiento, un clima de ternura. Las parejas se aferran entre sí y se enredan como ovillos. Los grupos se forman en procesiones rituales, se apretujan entre ellos buscando protección, a veces se desprenden brevemente como en una erupción dancística, no necesariamente por razones alegres. Goldin coreografía acciones pequeñas y realistas, sobre las cuales el público puede adivinar el significado concreto…
La alegría ciega nunca fue cosa de Goldin. Al final de su quinta temporada logró con “Stimmen, Hände, brüchige Stille” (Voces, manos, silencio quebradizo) su obra hasta ahora más ascética.”

Jochen Schmidt, Ballett international / Tanz aktuell, Julio de 2001


“… Sus cuadros no tienen nada dancístico a primera vista. El movimiento pasa debajo de la superficie, invisible y al mismo tiempo con una sensación dolorosa. Con dibujos en tiza y grafito, Käthe Kollwitz capta la inmovilidad del miedo, el silencio del espanto, las corvas líneas ensimismadas del duelo de los hombres de cara al hambre, la enfermedad y la guerra… A menudo las manos de Käthe Kollwitz son más elocuentes que los rostros, son las que expresan la necesidad, las que cubren la boca y los ojos, para que no trasciendan hacia fuera el sufrimiento y la impotencia. En esto se establecen puntos de contacto con el propio lenguaje dancístico de Daniel Goldin, que en el pasado ha colocado frecuentemente ya ha colocado en el centro a las manos, como expresivas portadoras de símbolos…
En muy pocos momentos hay solos, la mayor parte del tiempo el grupo se mueve como un todo, desfasado, como arrastrado por una corriente invisible y sólo en una escena las parejas se encuentran esporádicamente, en un abrazo profundo: una pausa de respiro de sentimiento de cercanía y protección y se puede decir que ahí se reconocen los motivos pictóricos.”

Sylvia Stammen, Süddeutsche Zeitung, 5 de julio de 2001


“… Inequívocamente, esta compacta y sombría galería de imágenes, danzas rituales de grupo con un grandioso y multicultural collage musical, es un obra sacra de danza. Los miembros del Ensemble se consagran como figuras sin rostro y asexuadas… a la danza expresionista de Goldin… durante 80 minutos sin interrupción, exigiendo a su grupo y al público una alta concentración. Pero vale la pena aguantarlo. Hacia el final el ‘coro de movimiento’ explota, por así decirlo y se descarga en una danza de éxtasis genialmente coreografiada… El final es agotamiento puro, pero muestra también a las personas detrás de las máscaras… El aplauso frenético y de varios minutos de duración del público del estreno, incluyó seguramente también el agradecimiento por parte de los seguidores en Münster de Goldin, porque la compañía, a pesar de otro ofrecimiento, decidió quedarse durante el período del nuevo director general.”

Marieluise Jeitschko, Westfälische Nachrichten, 5 de octubre de 2004


“… El gesto expresionista de los cuadros de Käthe Kollwitz está en el punto central de la obra “Stimmen, Hände, brüchige Stille” (Voces, manos, silencio quebradizo) que… en su reestreno fue apasionadamente aplaudida por el público. O como monjes budistas, duros trabajadores, madres cariñosas, marionetas uniformadas o sensibles parejas de amantes: los 8 bailarines convencen con una pasión fascinante, profundidad sensorial y una condición desconcertante. Esta expresiva danza coreografiada por Daniel Goldin es un impresionante ‘tour de force’… A través de la abstracción filosófica de las escenas bailadas, que al mismo tiempo perturban y embriagan, le incumbe a cada espectador poder descifrarlas o simplemente gozar con la estética mística… La absoluta simetría es llamativa, con la que los bailarines traducen, de una manera congenial, los trazos de las líneas del cuerpo de Käthe Kollwitz en secuencias de movimiento que constantemente logran renovarse. El collage musical, a veces ‘esférico’, otras vibrante, que va de Cage hasta Stockhausen, procura una adecuada alfombra sonora, sobre la cual el Tanztheater de Münster logra diseñar escenas ‘pintorescas’. El lenguaje corporal de los bailarines se concilia con el de Käthe Kollwitz, cuyas pinceladas son las de las emociones obsesivas y los estados de ánimo humanos, con toda lo complejo de su fineza y su naturalidad. Sacando lo interior hacia fuera, tocan de manera directa el corazón y el alma de los espectadores, fascinados hasta el final. Los cuadros de Käthe Kollwitz han conseguido piernas.“

Peter Sauer, Münstersche Zeitung, 6 de octubre de 2004

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