©AliciaSanguinetti

oscuras golondrinas

“Entre lo conocido y lo inesperado”

“...Es preciso presentar a Daniel Goldin, bailarín y coreógrafo argentino que vive desde hace ya casi tres décadas en Alemania; llegó allí ya con una experiencia profesional que luego amplió en contacto con la corriente de la danza-teatro tan marcada por Pina Bausch. Oscuras golondrinas es un encargo de Wainrot, una pieza nueva para el Ballet Contemporáneo en una línea no frecuentada por la compañía, que en esta obra resplandece con una luz conmovedora. Alguien dijo una vez que para un compositor -vale lo mismo para un coreógrafo- los momentos habitualmente más difíciles a decidir en la creación de una obra son el comienzo y el final, porque es en esos lugares donde la obra se recorta del mundo; o se recorta de la vida real, que es otra manera de decirlo. Oscuras golondrinas encierra dentro de esos límites, maravillosamente elegidos por Goldin, un mundo en suspenso, hecho de pequeños detalles, de circunstancias fugaces, de un humor muy leve y de una danza a la vez conocida e inesperada. Gran interpretación del elenco en doce personajes que representan, sencillamente, otros tantos hombres y mujeres. Excelente la escenografía y el vestuario de Matthias Dietrich...“

Laura Falcoff, Clarín, 4 de agosto de 2013


“Del cielo y de la Tierra”

“...Un violento pero sugestivo descenso a la cotidianeidad terrenal instala al espectador en un paisaje urbano, con muros, postes de iluminación callejera y muebles: es el ámbito en el que Daniel Goldin trazará el itinerario de seres grises, a veces abúlicos o exasperados, que regresan como aves migratorias. Hombres con ropa de calle y mujeres de pasos seguros, tacos altos y vigorosos gemelos a la vista, tan del gusto de la danza expresionista, delatan la orientación estética de este coreógrafo argentino que, con una probada trayectoria en Alemania, ostenta una admirable madurez en plena juventud. Hay situaciones grupales (sociales) en las que despuntan individualidades de carácter: abrazos, contactos y despegues. Y soledades (el "solo" cantado de Ivana Santaella). Se impone el "abrazo-rechazo", todo un tópico de la estética dramática postexpresionista, si bien un estupendo dúo de Vanesa Turelli y Boris Pereyra recobra una fuerte dinámica de danza. Una docena de seres que se vinculan o se alejan, una tribu urbana, en fin, con la que Goldn crea un vigoroso fresco contemporáneo, con una compañía que, una vez más, da prueba de sensibilidad y rendimiento.“

Néstor Tirri, La Nación, 4 de agosto de 2013


“...La segunda propuesta, a cargo de Daniel Goldin, tematizó, como él mismo ha confesado en entrevistas diversas, bajo la figura metafórica de la golondrina, su propio regreso a la Argentina, luego de años de vivir en Alemania, donde ha logrado una carrera de alto reconocimiento como coreógrafo. Y las “Oscuras Golondrinas” de Goldin fueron, ante todo, oscuras. Vale aclarar que hablamos del logrado ímpetu de contradicciones que desata la obra, no de la interpretación, que fue realmente brillante. Es que será que no hay regreso sin un nervio agridulce que ataque al que vuelve. El encuentro con una cotidianeidad pasada –gastada, mas recordada en clave edulcorada-, con una esperanza perdida, con una puerta cerrada –que quizás alguna vez estuvo abierta-. O quizás con una puerta abierta, que secretamente desearía quien regresa que ya se hubiese cerrado. “Regreso-repetición-reinicio” es la fórmula que sustenta esta obra: al decir de la obra, se trataría de una rutina gris, que termina y vuelve a empezar de modo circular.
La escenografía, a cargo de Matthias Dietrich, es sumamente alegórica para sentir esta obra: una serie de chapas ensimismadas que ofician de muro representan algo que parecería ser una barriada empobrecida. Completa el cuadro una cama deshecha en un rincón, con una muda televisión prendida. Del otro lado, dos grandes focos que representan una calle. La escena desborda melancolía. Es casi un tango de comienzos del siglo XX compuesto en algún arrabal de La Boca. En esta célula triste y anónima, van apareciendo sus protagonistas, hombres y mujeres vestidos en trajes en tonos terracota –tan lúgubres como la escena-, quienes, a cada paso, parecen querer unirse para rechazarse después. Histéricos y anómicos, van oscilando en una indecisión y las tristezas que se construyen sobre el binomio entre ida/llegada.
La coreografía de Goldin es maravillosa en un logro particular: es un in crescendo circular, en el que el grupo se va paulatinamente construyendo – a través de solos, dúos y trabajo en grupos- hasta hacerse homogéneo, como una bandada de pájaros. Con música de Shostakovich y de Bach, los movimientos son cortajeados y agresivos por momentos, para luego esto conjugarse con un lúdico vaivén de caderas, abrazos intensos y una plasticidad clásica. Casi una reflexión acerca de la rutina, casi una crítica a las carencias de la vida moderna, esta obra logra dejar el corazón compungido frente a una chica que canta como llora. O cuando todos finalmente vuelan, si así pudiera decirse, hacia un cielo que es sólo, finalmente, una sábana pintada de cielo...”

María José Lavandera, www.revistarevol.com, Agosto 2013


“…En el centro del programa, “oscuras golondrinas” plan­tea 'el perpetuo inicio de un ciclo', en palabras del argentino Daniel Goldin. Inmersos en un escena­rio urbano, los bailarines des­pliegan solos y dúos, idealmen­te reflejados en la música de Shostakovich. Residente en Alemania, Goldin absorbió profundamen­te el lenguaje expresionista, el movimiento espasmódico, la apelación a los tacos altos y a los pies desnudos, extremos reveladores de situaciones donde no falta incluso el humor. Gran actuación del elenco, en especial de Victoria Balanza e Ivana Santaella.”

Patricia Casañas, Noticias, 10 de agosto de 2013


“…Diferente ámbito para Oscuras Golondrinas, con escenografía y vestuario de Matthias Dietrich, donde el juego propuesto por Goldin apela a diversos modos de la repetición. Como un gran ciclo (ya indicado en el título que remite al famoso poema becqueriano: Volverán las Oscuras Golondrinas), los personajes que bailan, habitantes de un sitio que sugiere arrabales, parten para retornar hacia el fin de la obra. Pero parten una y otra vez, como también repetidamente regresan. Lo escenográfico, el perfil de una calle nocturna, de casas pobres, y la indumentaria y gestualidad de los bailarines, con ciertos detalles retro ha­cia mediados del siglo XX, cargan de un tenor melancólico el producto. Pocos juegos de movimiento, pero muy desa­rrollados en sus repeticiones, individuales, de pareja o gru­po, asociados a la música elegida, de iguales características (Dimitri Shostakovich y Johann Sebastian Bach), estructuran el trabajo de Goldin en el que se destaca, especialmente, la expresividad de los intérpretes para dar los matices del tem­ple anímico general...”

Román Ghilotti, Balletin Dance, Septiembre 2013

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