©MatthiasZölle

orchestra

“Tres mitos fueron tratados en el estreno de “orchestra” de Daniel Goldin. Pero quien quiera reconocer las historias de Sísifo, Níobe y Ulises encuentra solo retazos. Como si hubiesen estado prensados las palabras y los argumentos. Lo que queda: una esencia de emociones bailadas. “No queremos ver más las cosas sobre la escena, como ya sabemos que son, sino como las sentimos.” Esto lo escribió Adolphe Appia, como se cita en el programa de mano.
Apoyado en las enseñanzas del teórico de la puesta en escena, el coreógrafo Goldin compaginó el sábado por la noche en la Gran Sala del Teatro de Münster, una emocional obra de arte total compuesta por iluminación, música (en vivo), danza y color. El escenario se convertirá en ‘orchestra’ (la palabra griega para espacio de danza): en el teatro clásico antiguo era en realidad el espacio delantero del escenario reservado para el coro. Lo que aquí sucede, no es por lo pronto lo principal, la historia misma, desde aquí se acompañará al argumento, desde aquí se comentará. Lo indecible recibe una voz, o por lo menos una expresión.
El espacio de danza de Sísifo, para Goldin, está rodeado de altos y grises bloques de granito (Escenografía: Matthias Dietrich). Paredes aparentemente insuperables, que a lo largo de la obra se abren más y más. El Cuarteto Turina está sentado sobre el lado derecho y toca. Desde el techo cuelga una rueda, y después de un rato se enciende y sumerge la música de Dimitri Schostakowitsch, el espiritual cuarteto de cuerdas Nro. 8 del año 1960, con un suave brillo ígneo.
Los bailarines llevan trajes, las bailarinas vestidos de colores saturados, parcialmente brillantes (Vestuario: Gaby Sogl). Sus movimientos están - típico de Goldin - marcados por la repetición, por pequeños gestos y secuencias que recuerdan rituales. Escenas fluidas y poéticas, con formaciones grupales simétricas. La primera parte inspirada en la figura mítica de Sísifo, que fue condenado a transportar una roca hacia lo alto de una montaña, es paradojalmente el momento de la velada más armónico, cálido y sí, el más feliz.
En la segunda parte, el patrón de la escena compuesta por color, luz, danza y música, es la historia de Niobe, cuyos doce hijos fueron matados por los dioses. Niobe fue demasiado soberbia. El Cuarteto Mendelssohn está sentado en el lado izquierdo de la escena, durante la danza bajan rocas atadas con sogas y no se puede saber qué pesa más en el alma, si son las piedras o el quejumbroso cuarteto de cuerdas Nro. 1 de Tigran Mansurian (1983/84). Los colores del vestuario están lavados, de un grisáceo sucio, la luz es más fría (Iluminación: Reinhard Hubert). Secuencias de movimientos completas se repiten, en un momento parece que hasta la coreografía comienza nuevamente.
En la tercera parte, los 13 solistas de cuerdas están sentados en bancos de granito, situados en la parte posterior en medio del escenario y tocan los “7 Preludios y Fuga” (1972) de Witold Lutoslawski (Director: Thorsten Schmid-Kapfenburg). Un mar de tonos. Series tonales. Sonidos nerviosos, que aparentemente enervan a los bailarines. Se apuran, sin saber a dónde, vagan por la escena, detrás de los músicos, corren fuera del escenario, un bailarín será desvestido y nuevamente vestido. Los colores están removidos, todo es blanco: cabello, rostros, cuerpos, vestuario. La luz hiela. También el viaje de Ulises termina congelándose. Guijarros caen al suelo: ¿un mar de lágrimas? Se tiene la impresión que la velada podría comenzar nuevamente desde el inicio.
Un rendimiento apasionante de los bailarines. Pero no fue realmente una velada fácil. Más que nunca, Goldin se aleja de lo ‘decible’, sondea el terreno de las sensaciones. La danza está  mucho más marcada por ritos y por gestos enigmáticos y simbólicos, que en consonancia con los sentidos, encuentra su propia poesía. Por ello, hubo muchos gritos de ‘Bravo’ y largos aplausos.”

Sabine Müller, Münstersche Zeitung, 7 de junio de 2009


“Nueve bailarines se desplazan hacia un punto del escenario, estrechan sus brazos hacia arriba. Proyectan en la pared sombras cada vez más grandes. “orchestra” (del griego: espacio de danza) nombró Daniel Goldin a su nueva coreografía para el Teatro Municipal de Münster y así escribió una oda al teatro y le dio forma a su puesta en escena. Puertas que se abren, la luz cae sobre el escenario. Le da al instante otro aspecto, sumerge al silencioso elenco de baile en atmósferas constantemente cambiantes. Hasta que la atención recae en una rueda, que pende desde arriba del escenario, y comienza a arder. Goldin basó su estreno 25 en Münster en las reflexiones del teórico del teatro Adolphe Apia. El teórico suizo promovió una interacción muy concentrada entre la música, el movimiento, el espacio y especialmente la iluminación - y Goldin se acerca a ello.
… en algún momento sus movimientos (Alice Ceratto) se entumecen. Su metamorfosis en piedra sobre la escena es conmovedora. Como integrados en lo que sucede sobre la escena, los cuartetos Turina y Mendelssohn (Cuerdas de la Orquesta Sinfónica de Münster) están sentados sobre un banco sobredimensionado y acompañan las escenas místicas con música de cámara del siglo XX. Como sirenas aúllan los violines, suenan como lamentaciones, cuando se relata la historia de Ulises. A todos sus camaradas perdió a lo largo de su odisea. En el Teatro municipal baila con ellos, todo de blanco, como si no fuera más de este mundo.”

Andrea Kutzendörfer, Die Glocke, 8 de junio de 2009

ˆ hacia arriba