©MatthiasZölle

Solo, Erwartung und Metamorphose

“Se crispan y se agitan, están como electrificados, repentinamente el movimiento se congela de nuevo o se cortan los hilos de las marionetas, de los que los bailarines parecen estar de vez en cuando colgados. ¿Contactos? Casi una falsa alarma en el estreno de Daniel Goldin... Es muy triste como el coreógrafo Goldin lo anunció. Pero está también lleno de asociaciones que dejan espacio suficiente para la interpretación del espectador… La escenografía promete algo amistoso… sin embargo las personas, que aquí se encuentran - no, usan sólo el mismo espacio pero actúan cada uno por su lado - no tienen nada en común. Son laboriosos, chispeantes, elegantes, muy ocupados (¿pero con qué en realidad?). Los innumerables gestos,  como los gestos despreciativos con las manos, un beso de mano, cortar algo, sacudir las manos, sacarse el cabello de la cara, se repiten interminablemente, se pasan de un bailarín a otro. Y en lugar de dirigirse hacia otro, las caras desaparecen constantemente detrás de máscaras, los siete solistas se encuentran en el lugar como avergonzados después de arrebatos emocionales repentinos o se refugian en los brazos de un partenaire imaginario... Daniel Goldin logró, con los elocuentes cuerpos de su Ensemble, otra variación de aquellos temas que le preocupan: “Esperamos y buscamos y anhelamos”. El collage musical…transmite a través de piezas de bandoneón, de tango y de boleros todo el miedo y la soledad, pero por sobre todo la nostalgia y las ansias que el Ensemble muestra en el escenario…”

Heike Hänscheid, echo-muenster, 1 de diciembre de 2007


Talado por el dolor - La nueva fantástica obra de Daniel Goldin sobre la nostalgia y la soledad

“…Fue una velada en donde, con sus movimientos, las enmascaradas y desenmascaradas personas trazan un laberinto dancístico de sus nostalgias. En los surcos de la música se transforman los acercamientos corporales en preguntas vertiginosas. Las personas se transforman en movimientos que tiemblan a través del espacio como una onda sinusoidal en escala. Algunas figuras se caen como árboles por el dolor. Los postigos se cierran como tapas de féretros… La iluminación da el brillo cálido de un atardecer o provoca una palidez cadavérica de la habitación, que parece congelar el titubeo y el paso lento de las figuras. En la obra de Goldin el hombre es una marioneta, cuya inconstante existencia cuelga de hilos de seda de sentimientos perturbadores e irritantes. Un éxtasis de danza y también de música.”

Günter Moseler, Münstersche Zeitung, 3 de diciembre de 2007


“Siete figuras ocupan en distintas constelaciones el espacio que Matthias Dietrich creó para ellos: una vieja casa señorial, cuyas paredes marrones fueron roídas por el tiempo. A veces fluye la cálida luz del sol a través de las altas puertas, luego lámparas aclaran la atmósfera nocturna (Iluminación: Reinhard Hubert). Siempre suena la melancólica música a través de la casa de los espíritus, siempre rompen las olas. Las siete figuras bailadas del ‘Yo’  transmiten un hilo de magia. Pequeños grupos actúan de manera sincrónica contra los solistas, y sólo una única vez se potencian todos juntos en una estridente polifonía escénica … Daniel Goldin concede a la figuras, que sutilmente Gaby Sogl matizó con un vestuario cotidiano, hermosos y contrastantes solos y junta todo en un cuadro de pasión latina en medio de la tristeza pre invernal… El calidoscopio de atmósferas y visiones llena casi una hora y media, sin necesidad de contar una historia. Al final se impone el entusiasmo tan persistentemente, como las olas en los televisores.”

Harald Suerland, Westfälische Nachrichten, 3 de diciembre de 2007


“Un espacio perteneciente a un tiempo olvidado hace mucho: alto, barroco, en cuyas paredes rojas parcialmente se ve el revoque. En esta atmósfera de lo efímero bailan siete figuras, coreografiadas por Daniel Goldin… Inmediatamente al inicio, hay escenas significativas: Eun-Sik Park clava inalterable un traje en la pared. Este va a ser una y otra vez parte de su escenario, de su juego con la soledad, de su solo. Mientras tanto Tsutomu Ozeki apoya silenciosamente un pie delante del otro. Desde ya en estos movimientos cotidianos del caminar se encuentra una estética a la cual uno no se puede escapar… Sudor, jadeo y saltos se entremezclan. Son emocionantes y brutales rupturas llenas de velocidad, que construyen un contraste a lo movimientos minimalistas. Que un argumento casi no existente pueda expresar tal grado de nostalgia, es increíble. Y los gestos, ¿el dolor vibrando en la cabeza? Son inequívocos. También quedará claro: todos están solos. Goldin abre un libro con historias breves, son variaciones del mismo tema. Como un oleaje retornan los motivos nuevamente. Él permite que miremos detrás de los disfraces y de los engaños del hombre y muestra las heridas. Las cicatrices de lo vivido permanecen. ¡Bravo!”

Ingrid Fisch, Die Glocke, 3 de diciembre de 2007


Son siete, pero los bailarines de Daniel Goldin están solos en su casa, cada uno consigo mismo… La soledad es la atmósfera de base en la que muchas escenas se desarrollan y la varían. Los encuentros y hasta los contactos van a ser casi evitados. Que Goldin puede poner en escena la melancolía con insistencia, lo demuestra también esta velada en la sala ‘Kleines Haus’ del teatro municipal de Münster… Un refrán compuesto por muchos gestos pequeños - señas, gestos negativos con las manos, palpar, colapsar - será exhibido por el grupo en su mayoría con máscaras de  color blanco. El vestuario de Gaby Sogl… refuerza el efecto de una masa sin rostro, destacando uno a uno a los bailarines con los solos… Sobre todo esto, brama durante 75 minutos desde los 3 televisores, lacónico y silencioso, la rompiente del mar Esto se podría interpretar irónicamente, relativizando el temperamento melancólico de la velada. Pero, para Goldin, es una metáfora y pensada seriamente.”

Elisabeth Elling, Westfälischer Anzeiger, 5 de Diciembre de 2007

ˆ hacia arriba