©MatthiasZölle

Kammertanz

“Hay a veces momentos sorprendentes de una belleza emocionante o de una innovación desconcertante que convierten una velada de danza ‘normal’ en un evento cuyos ecos siguen resonando en el espectador una vez terminado el espectáculo. El nuevo programa de Daniel Goldin, con tres coreografías breves con música de cámara de Sergej Prokofjew, César Franck y Sergej Rachmaninow, ofreció durante el estreno uno de esos instantes. Como reemplazo del bailarín accidentado, Tsutomu Ozeki, bailó como invitada la bailarina taiwanesa Yi Steidle-Cheng. Junto a Karen Ilaender y Antonio Rusciano, que insinúan la cotidianidad de una pareja con una gestualidad angulosa cuya base musical es la sonata en La mayor para violín y piano de Franck. Yi Steidle-Cheng aparece como una figura tierna y carismática venida del Lejano oriente, con un sobrio y atractivo traje de seda de color gris pizarra.
La gracia encantadora y elegancia de esta bailarina, la armonía rítmica y la delicadez de cada pequeño detalle de sus movimientos transporta a la coreografía de Goldin a sus tiempos iniciales, con los que se hizo famoso gracias a sus conmovedores y tiernos dúos despoblados de ornamentos. Cual un ángel austero, Steidle-Cheng despliega sus brazos como alas para retraerse nuevamente y arrancarse las lágrimas del rostro - así lo parece - con las puntas de los dedos, como si llorara la pérdida de un mundo, de un tiempo o de una persona. La belleza profunda, el silencio y la melancolía actúan como hilo conductor en el arte de este argentino que se siente tan cercano a la danza expresionista alemana. Pero Goldin logra estas escenas espaciadamente, ya que pocos bailarines tienen la capacidad de detectar estas facetas. Alice Cerrato, bailarina del elenco inicial de Goldin, pertenece siempre a este grupo - sin embargo esta vez un poco menos en el dúo un tanto infantil (con la sonata en Re mayor para flauta y piano de Prokofjew), junto a Daniel Condamines, igualmente uno de los solistas del período inicial de Goldin. Juliette Boinay expresó como nadie la cautivante y casi infantil ternura de Goldin y Colin Clarke aportó un enorme carisma a sus solos vigorosos. Ozeki, protagonista de “Winterreise” (Viaje de invierno), supo interpretar los sentimientos melancólicos de la pieza; su dúo con la coreana Eun-Sik Park en “Hinter der Nacht” (Detrás de la noche) trajo a la memoria una vez más los dúos del inicio. Y así también Yi Steidle-Cheng, al igual que, hasta un cierto punto, también en la obra siguiente (la sonata en Sol menor para violoncelo y piano opus 19 de Rachmaninow) su hermana Hsuan Cheng, que luego de su actuación como bailarina invitada la temporada pasada pertenece ahora al elenco estable de diez bailarines. También Hsuan Cheng está llena de elegancia y completamente alejada de la realidad de un bazar de ropa, muy poco bonito, en este trío junto a Ines Petretta y Matthias Shikora.
Mucho del placer de esta velada de “Kammertanz” (Danza de cámara) lo aportan la exquisita música de cámara y el refinado ambiente diseñado por Matthias Dietrich, quien convirtió el escenario en una rotonda abierta con columnas delgadas que alternan con flores rojas que se elevan altísimas. Dietrich ubicó a los músicos, que acompañan la danza de manera soberbia, en una tarima curva que aparece detrás de una verja blanca de un estilo que alude al modernismo. Si Goldin pudiera reducir un poco la exaltación y lo anguloso de la gesticulación, el dar la espalda y el estremecerse de algunas partes del cuerpo y la ornamentación quizás un poco excesiva del lenguaje corporal, seguramente esta velada ganaría mucho.”

Marieluise Jeitschko, tanznetz.de, 19 de noviembre de 2009


“Una mujer y un hombre se encuentran en una sala de baile vacía. La pianista y la flautista aparentan estar ahí sólo por ellos, ellas tocan una sonata de Sergej Prokofjew. Los dos se aproximan paulatinamente a través de la danza. La sonata de Prokofjew para flauta y piano marca el inicio de la producción de Daniel Goldin “Kammertanz”(Danza de cámara), que el miércoles por la noche se estrenó en la Sala pequeña del Teatro. Tres obras musicales son la base de la obra, ejecutadas por los solistas de la Orquesta Sinfónica de Münster (piano: Kateryna Makhotina, flauta: Friederike Wichert, violín: Mihai Ionescu, violoncelo: Monika Krack); ellas enriquecen la velada de danza-teatro no sólo por la música en sí sino también por estar integradas con elegancia refinada en la atmosférica escenografía de Matthias Dietrich.
Como Goldin ya nos tiene acostumbrados, aquí no se contará ninguna historia. Se trata de interpretar la música, las atmósferas y los sentimientos, que aquí se manifiestan de manera interpersonal. Alice Cerrato y Daniel Condamines bailan la primera coreografía: un pas de deux vivaz y alegre, en el cual Cerrato se muestra nuevamente muy versátil, junto al bailarín invitado, que suscita una impresión de dureza.
La segunda coreografía sobre una sonata para violín y piano de César Franck, también ubica a dos amantes en el centro, bailados armónicamente por Karen Ilaender y Antonio Rusciano. Goldin quizás se inspiró en el hecho de que Franck hubiera dedicado esta sonata a su amigo, el violinista Eugène Ysaye, como regalo de matrimonio. La obra es muy hermosa de ver, a pesar de que pierde algo de tensión en su desarrollo.
La interpretación de la última sonata de Rachmaninof para violoncelo y piano que realiza Goldin es muy libre. La sala de baile se convierte en un probador en donde tres bailarines buscan la vestimenta adecuada. La coreografía juega de a ratos contra la música, como por ejemplo cuando Matthias Shikora aparece con un abrigo femenino y zapatos de tacones, el sombrero cubriéndole la frente, dando saltos como si estuviera en un concierto de rock: una escena absurda y divertida, que le hace bien a la atmósfera general, sostenida en ‘tono menor’. Goldin trabajó con la mímica y los gestos, que pasan a un segundo plano para favorecer la danza pura. La gestualidad de Ines Petretta, cuya expresión dramática completa la sonata de Rachmaninof, constituye una excepción”

Isabell Steinböck, Westfälische Nachrichten, 19 de noviembre de 2009


“Tanta armonía es rara en la nueva coreografía de Daniel Goldin, presentada en el Teatro Municipal de Münster. Desde el inicio, la escenografía de Matthias Dietrich nos hace olvidar el mes de noviembre: muros de un amarillo brillante rodean la escena con una llamativa curva. Estos muros están divididos por ramas y flores de inspiración japonesa y por columnas de reminiscencia clásica. Una balaustrada con motivos florales separa a los músicos de la Orquesta Sinfónica de Münster, sentados en escena, de los bailarines, quienes se mueven esta vez de manera suave y redondeada, en armonía con la música y con sus partenaires.
… Abre el programa la sonata en Re mayor para flauta (Friederike Wiechert) y piano (Kateryna Makhotina) de Prokofiev. Luz de un amarillo dorado, vestuario de color rojo, movimientos suaves. Alice Cerrato y Daniel Condamines reflejan en su baile no sólo la melodía de las obras musicales, sino también sus movimientos. La distancia entre los dos se va acortando, los movimientos fluyen primero ‘el uno con el otro’, luego más y más ‘el uno en el otro’. En el segundo movimiento, la luz será más fría y la danza más rápida. Hay momentos estáticos, con los bailarines en una misma posición y donde sólo la mirada mantiene la conexión entre ambos. Se trata de una obra sencilla y bella sobre una relación de pareja.
… La sonata en Re mayor para flauta (Friederike Wiechert) y piano (Kateryna Makhotina) de Prokofjew abre el programa. La luz de un amarillo dorado, vestuario de color rojo, movimientos suaves. Alice Cerrato y Daniel Condamines reflejan en su baile no sólo la melodía, sino también sus movimientos. Por sí misma la distancia se va acortando, los movimientos fluyen primero ‘el uno con el otro’, luego más y más ‘uno en el otro’. En el segundo movimiento la luz será más fría, la danza más rápida. Hay momentos de permanecer en una misma posición, donde sólo la mirada mantiene la conexión. Una obra sencilla y bella sobre una relación de pareja.Con la sonata para violín (Mihai Ionescu ) y piano en La mayor de César Franck se traslada el concepto de color al azul grisáceo (Vestuario: Gaby Sogl, Iluminación: Reinhard Hubert). Karen Ilaender y Antonio Rusciano muestran a través de la danza, el abrazo. Ella se muestra como una partenaire melancólica y necesitada de afecto, él es el que sostiene. Pero esta vez aparece una tercera mujer (Yi Steidle-Cheng), que evita contacto directo a los ojos y todo sincronismo. Un estudio sensible sobre los roles de conducción y empatía entre tres caracteres distintos.
A la pausa, le sigue un tono menos ‘soleado’
Con la sonata para violín (Mihai Ionescu ) y piano en La mayor de César Franck, el color se vuelve azul grisáceo (Vestuario: Gaby Sogl, Iluminación: Reinhard Hubert). Karen Ilaender y Antonio Rusciano describen el abrazo a través de la danza. Ella aparece como una partenaire melancólica y necesitada de afecto y él la sostiene. Pero esta vez aparece una tercera mujer (Yi Steidle-Cheng), que evita contacto directo a los ojos y todo sincronismo con sus compañeros, en lo que constituye un sensible estudio sobre los roles de conducción y empatía entre tres caracteres distintos.
Después de la pausa, el tono se revela menos ‘soleado’. Con la sonata en Sol menor para violoncelo y piano de Rachmaninov, aparece el Goldin que ya conocemos: los bailarines entran a escena cubiertos, con la cabeza gacha y cada uno consigo mismo. Hsuan Cheng, Ines Petretta y Matthias Schikora se quitan los abrigos y tiran sus sombreros de ala ancha, los desparraman en el escenario, se visten, los tiran nuevamente. Se desarrolla una danza sobre el ocultarse y el descubrirse durante la cual se cristalizan tres tipos. Hsuan Cheng llega a quitarse todo, para quedar sólo con su ropa interior negra; luego elegirá un largo vestido de noche. Sus movimientos son eróticos y vivaces. Ines Petretta lleva los codos hacia el cuerpo, fuma, se esconde, elige una casaca de brocado abotonada. Es gracioso el dúo consigo mismo de Matthias Schikora, que se mueve agitadamente con una pierna desnuda que lleva un zapato de tacón femenino y la otra, un pantalón y un zapato masculinos. Al final, todavía está cada uno aún consigo mismo, pero también un poco más en sí mismo.”

Ursula Pfennig, Westfälischer Anzeiger, 19 de noviembre de 2009


“Columnas clasicistas enmarcan el escenario; una de ellas está directamente ubicada delante y casi en el medio del escenario. Es una columna de vidrio, como si el director de danza Daniel Goldin quisiera hacer transparente lo que normalmente es invisible: la música.
El miércoles por la noche tuvo lugar el muy celebrado estreno de “Kammertanz” (Danza de cámara) en el Teatro Municipal de Münster. Conmovedor, poético, una cita íntima. Goldin desarrolla tres coreografías para un máximo de tres bailarines con tres obras de música de cámara tocadas por solistas de la Orquesta Sinfónica.Alice Cerrato y Daniel Condamines (antiguo solista del elenco estable y de regreso ahora como invitado) transforman en una sonrisa cálida la agradable sonata en Re mayor para flauta y piano de Prokofiev. Con movimientos suaves, fluidos y balanceantes construyen los motivos y los temas de los cuatro movimientos, forjando un cuadro sonoro y visual. A partir de aquí, Goldin construye más que nunca una experiencia sintestésica. Todo se une con suavidad: la atmosférica puesta de luces anclada en una araña de cristal (Reinhard Hubert), los colores y las telas del vestuario (Gaby Sogl) y los motivos naturales de la escenografía: las ramas que brotan en las paredes y la enredadera que cubre la verja ubicada delante de los músicos (Escenografía: Matthias Dietrich). La versátil Kateryna Makhotina acompaña al piano a la flautista Friederike Wiechert. En la sonata en La mayor para violín y piano de César Franck ejecuta el violín Mihai Ionescu: éste es el momento culminante de la velada, tanto musical como dancístico. Este momento es tan sensorial, terrenal y lleno de fuerza que el amor parece escribirse en mayúsculas en el espacio, pero a la vez es también agudo y oscuro; el frío tono de base azul de la iluminación y del vestuario se encargan de no dejar acercarlo a la calidez. Yi Steidle-Cheng desgarra la profunda unión entre Karen Ilaender y Antonio Rusciano, sobrevolando sobre ambos como la personificación de la tristeza. Llena de una melancolía encantadora, parece recoger lágrimas de sus mejillas. Todo termina como tiene que terminar, con los amantes dándose la espalda.Mucho más extravagante es Goldin en la sonata en Sol menor para violoncelo y piano op. 19 de Rachmaninov (Cello: Monika Krack). Hsuan Cheng, Ines Petretta y Matthias Schikora se revuelcan en montañas de ropa, se prueban sombreros, harapos de pallet y abrigos, sin que nadie pesque un verdadero ‘yo’. Ninguno de ellos parece sentirse bien en su propia piel, acaso solamente la figura que Matthias Shikora representa: una pierna de hombre, la otra de mujer, bailando y brincando como si la sonata fuera un Rock’n’Roll.
Nunca se ha escuchado esta música de esta manera. Y más aún, nunca se la visto así tampoco. Un aplauso eufórico para un resultado sobresaliente.”

Sabine Müller, Münstersche Zeitung, 19 de noviembre de 2009

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