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Brahms.Variationen

“Un salón verde se abre ante el público, como reminiscencia de un sofisticado salón de encuentro social, para escuchar música de piano. Y cuando muy suavemente y como de lejos, suenan las variaciones de Brahms sobre un tema de Schumann, de repente los bailarines se deslizan rápidamente hacia delante, desde las paredes giratorias del salón del escenógrafo Matthias Dietrich, como quimeras fantasmagóricas de tiempos lejanos. Seguramente debe haber sido el espíritu de un duende que los condujo, ya que no se alberga ninguna estricta gravedad en este salón, sino humor e instinto lúdico. El suelo del escenario es un estanque de agua, donde los ocho bailarines tienen que caminar con el agua hasta los tobillos, y por eso traspasan hacia arriba el espectro de los movimientos, en los torsos y sobre todo en los brazos. Lo saltos quedan descartados y cada impulso de las piernas lanza chistosas salpicaduras hasta la primera fila del público, pero también brinda un susurrante sonido ambiental sobre la filigrana de la música de piano. Pero en esta fuente de sonido adicional, padece la idea de Goldin. Puede ser que el efecto de la imagen sea grandioso, pero el chapoteo en el agua se tendría que haber afinado acústicamente con la música. En lugar de este tipo de musicalidad, Goldin se dedica preferentemente a lo óptico. En una fantástica variación de iluminación, Goldin muestra a veces arabescos líricos, otras un ballet de payasos sobre el agua, con un vocabulario de movimiento que, ciertamente, recuerda a la carga de ‘Pathos’ de la danza expresionista de los años 20 y 30, pero logrando siempre esquivarlo de una manera llena de humor. Así, el apoyo en la tradición, evita de convertirse en una mera cita. Pues Goldin se desprende de la convencional harmonía de los cuerpos, dejando repentinamente a los bailarines trotar sobre la escena como muñecos o surcar deportivamente a través la piscina. Y también cuando sus cuerpos ondean como líneas de agua, de esta manera la dulce belleza de este movimiento da la impresión de una exageración calculada, se desbarata a través de mojarse con una voltereta. Daniel Goldin interpreta las variaciones de Brahms con su danza, de una manera formalmente estricta, en un irónico manierismo postmoderno. Y gracias a las pequeñeces ‘culinarias’ de la velada, con cambios fluidos entre solos, dúos y coreografías grupales, como también a la impresionante corporeidad de los movimientos, que hacen ‘gotear’ también las asociaciones del público de manera distendida. Así Goldin puso a prueba su estilo definido, en un nuevo objeto. Y el público finalmente se lleva a casa una imagen de Brahms: el burlarse, también esto es una variación de un cliché.”

Nicole Strecker, WDR3, Mosaik, 6 de Diciembre de 2004


“En realidad es una coreografía para ocho bailarines, pero en el escenario bailan nueve. El noveno de esta velada en la sala ‘Kleines Haus’ del teatro municipal de Münster es en sí mismo apático, se lo tiene que animar constantemente, pero es más ágil que todos los otros juntos, adulador, tornasolado, se planta obstinadamente en contra de los otros ocho y los frena de manera descarada. Su nombre artístico: H2O. El agua está sobre el escenario con una mano de altura. El fleje de agua parece tan inofensivo como una alfombra, pero no va a ser nunca mullido. Desde ya Daniel Goldin, en su nueva coreografía, les exige a los bailarines técnicamente todo: en realidad actúan sobre un estanque con una membrana de plástico arrugada y resbaladiza. Se tienen que sacar el miedo al agua, se tienen que meter en el agua. Al principio los contactos son titubeantes, pero Goldin ahuyenta el miedo cada vez más. Al final parece que los bailarines se funden con el elemento. Se entregan, se arrojan en el ‘fango’. Cabellos, vestuario, cuerpos: todo está mojado, todo es pesado. Esta vez, Goldin no cuenta ninguna historia concreta, y esto es inhabitual. Con “Brahms.Variationen”, él elige un modo estéticamente formal de análisis de la música. Con un lenguaje formal, opuesto a sus trabajos anteriores, es extremadamente divertido y alegre. Goldin crea, con un complejo espectro de color, luz, sombra, agua y cálidos reflejos, una serie de escenas brillantes. Y a pesar de eso él toma distancia. Hacia el romanticismo no irá a pesar de las tres variaciones de Brahms. Son las variaciones sobre un tema de Robert Schumann (op.23), sobre un tema de Joseph Haydn (op.56b) y sobre un tema de Georg Friedrich Händel (op.24). Música para piano que experimenta con la forma y la belleza. Y eso lo hace también Goldin. Alrededor del escenario de agua (Matthias Dietrich) relucen paredes aguamarinas (con calefacciones y ventanas de ventilación) ¿Un natatorio?¿Un acuario, en donde como peces, los tornasolados bailarines buscan su ser? Primero solos, después titubeantes arrimándose a otros, luego nadando en formaciones. Siempre buscando nuevas variaciones. Los chillantes colores del vestuario (Gaby Sogl) apoyan este efecto. Las cuatro mujeres con tonalidades naranjas. Los cuatro hombres con variantes en rojo. Todos juntos con una paleta de colores violetas. Y el agua las refleja: una variante lejana - Gran aplauso.”

Sabine Müller, Münstersche Zeitung, 6 de diciembre de 2004


“No solo por la lograda interpretación de la música…y por la certeza que las variaciones musicales se pueden expresar con la danza, de manera increíblemente polifacética, emocional e intensa - no, el realmente fascinante aspecto de esta velada fue la escenografía: un espacio sobrio, gélido, decorado con un color verde marino, en el cual ocho bailarines bailan con el agua hasta los tobillos durante una hora. Lo que al inicio preocupa con una cierta irritación, se desarrolla rápidamente hacia una obra independiente, que en partes entra en una vibrante síntesis con la música del piano, y en otras pareciera mantenerse totalmente independiente. Los bailarines utilizan todas las posibilidades del elemento: desde el primer temeroso contacto con el agua, pasando por una abnegada escena de entrada hasta estar todos juntos en el agua. Se crean reflejos lumínicos a través de las salpicaduras del agua, variaciones de color y contornos a través de la mojadura del vestuario. Cambios en la dinámica, variaciones de las secuencias de movimiento captan la música de la misma forma que la interpretación de secuencias líricas, los juegos alegres y los movimientos agresivos y bruscos. En ocasiones, resulta el desarrollo de lo que sucede en el escenario como un paréntesis alrededor de las tres obras de Brahms; en otras se separa la danza demasiado de la música para favorecer efectos de luz y agua. Al público se le deja mucho espacio para la fantasía. Pues, donde los bailarines parecen una bandada de pájaros, que se apoyan sobre el agua, ahí sugiere la escenografía un mundo submarino. La intensidad y la energía de la expresividad no perdieron por eso fuerza: el Ensemble de danza del teatro municipal de Münster, con el coreógrafo Daniel Goldin, brillaron nuevamente.”

Petra Faryn, die Glocke, 6 de diciembre de 2004


“…Lejanamente de ser una minuciosa traducción ‘compás por compás’ de los tres ciclos de variaciones de Brahms, sobre temas de sus colegas compositores Schumann, Haydn y Händel, el extremadamente musical creador Daniel Goldin y su Ensemble conciben en un cuidadoso reparto, totalmente compuesto, las atmósferas y los ritmos del músico…El diseño de iluminación de Reinhard Hubert subraya de manera ideal la expresión musical…Pina Bausch está presente con sus cambios radicales en lo escenográfico, presente a través del suelo de la escena cubierto por agua. Pero aquí, muy poéticamente, la superficie y las gotas reflejan, centellean, salpican. Rápidamente se disipa el miedo que el melancólico Daniel Goldin quiera contar sobre el suicidio de Schumann en el Rin o el amor frustrado de Brahms por Clara Schumann. “Brahms.Variationen” es una obra de danza para ver y oír. Luego de John Cranko y Leonid Massine… es Daniel Goldin el primero que descubre para la danza, al no tan ‘teatral’ compositor Brahms. La selección de las variaciones se afianza en este resultado coreográfico, de la manera en que mayormente es llevada al escenario.”

Marieluise Jeitschko, Neue Westfälische, 7 de diciembre de 2004


“Tiemblan las manos, los codos giran muy rápido, como las alas de pequeños insectos. Van apareciendo individualmente o en grupo. Después los bailarines dan volteretas y se dejan caer para atrás. Todos con el agua hasta los tobillos. Para la coreografía “Brahms.Variationen”, Daniel Goldin transforma la escena en una gran piscina para niños. Las variaciones…son ejecutadas a través de la banda de sonido: Brahms compuso partituras sobre motivos y entretejió estos motivos repetitivos en una música, que es en sí atmosférica. Y de esta manera, Goldin también une movimientos en secuencias, y estas secuencias se reflejan unas a otras y  son repetidas por cuatro bailarinas y cuatro bailarines, de tal manera que se crea una danza que parece a veces ser vivaz, otras prudente o combativa. Con este principio, Goldin llega a ser más abstracto y dancístico que como se lo conoce en las coreografías de los últimos años.
El agua cubre casi la totalidad de la escena. A los bailarines les queda solamente en el fondo del escenario un espacio seco: un corredor a los que conduce una escalera de 3 escalones. Allí aparece Colin Clarke al principio de la obra: movimientos suaves, poéticos, que se reflejan desde la negra y todavía plana superficie del agua. El bailarín no presta atención al agua en el momento de pisarla, pero el espejo del agua se rompe, cada paso desencadena ondas. Cuanto más personas están en la escena, más fuertemente se mueve, más aún se derrama y salpica. Variaciones con agua, las cuales a veces casi ahogan la música. El agua fascina. El público  siente con los bailarines como trepa por la pernera. Nadie se escapa al contacto, de los bailarines con el suelo. Uno primero se sienta…”

Ursula Pfennig, Westfälischer Anzeiger, 7 de diciembre de 2004


“Goldin compone, sobre la música de las variaciones de Brahms, como las pioneros de la danza del siglo XX: mujeres con vestidos volátiles y ‘melenas’ abiertas recuerdan a las bailarinas expresionistas Mary Wigman e Isadora Duncan; los arcaicos grupos en perfil y las laqueadas faldas acampanadas, que brindan espacio cuando doblan las piernas al arrodillarse, evocan a la Grand Dame de la ‘Modern Dance’. Los impulsos de los brazos, como vibraciones de pájaros, los creó el americano Alvin Ailey; los amplios arcos sobre la cabeza son clásicos ‘Port de bras’. Los brazos extendidos hacia adelante del cuerpo, pertenecen a la estética ‘Folkwang’; las vibraciones de los dedos y las manos despiertan asociaciones con la naturaleza hindú y sudamericana…¡La luz! En ninguna otra compañía de danza-teatro alemana juegan la luz y el color un rol tan decisivo para la estética, la sensibilidad y el arte como aquí, en Münster. Los cambios de tonos verdosos a azulados, la luz blanquecina desde las bolas de las lámparas de techo, el panel rojo brillante detrás de la puerta…”

Marieluise Jeitschko, Gießener Allgemeine, 9 de diciembre de 2004


“…Daniel Goldin inundó el teatro municipal de Münster para su nueva coreografía “Brahms.Variationen”. Para esto se ha construido, entre paredes de un color verde claro, un natatorio pasado de moda, en una atmósfera similar a la del Simbolismo. Aunque en realidad, la denominación ‘natatorio’ no es exactamente apropiada: los bailarines se mueven con el agua hasta los tobillos. No tiene tampoco un argumento preciso; el tema es la variación: la de la música, la de las variaciones de Brahms para piano sobre motivos de Schumann, Haydn y Händel, y los movimientos de danza que las interpretan. La música dicta la norma, también en lo que concierne a la duración. Esto lleva a uno o dos momentos un poco extensos. La coreografía establece contrapuntos a la música del genial y ni siquiera de 30 años de edad, Brahms y gana, en relación a los románticos y a los romantizados acordes, a través de lo irónico, inclusive lo lúdico, hasta con las volteretas sincronizadas. La interpretación de Goldin es también muy cercana a la música. Su específico lenguaje corporal - y el de su elenco - consta de movimientos recurrentes, gestos, que a menudo llegan por momentos a ser los de ‘ser prisioneros de la repetición’. Son contrapuestos por extensas secuencias de ensoñación, que dan el efecto de un caminar sobre el agua. Todo coincide ópticamente con la música y refleja no obstante una ruptura. Pero por sobre todo: el bailar en el agua, consiguiéndose así una potenciación del efecto de sinestesia. Cada movimiento veloz es, a su vez, un chapoteo audible, visible cuando el agua salpica y se siente también en la primera fila del público. El agua es de esta manera la prolongación del movimiento del cuerpo y sus variaciones.”

Markus Termeer, taz nrw, 11 de diciembre de 2004


“…Con secuencias siempre nuevas, el coreógrafo lleva, a partir de este momento a su Ensemble completo hacia un gran conjunto dancístico: los movimientos ganan profundidad y riqueza. Así será “Brahms.Variationen” una de las mejores obras de danza de la temporada…”

Jochen Schmidt, Die Welt, 24 de diciembre de 2004


“Variaciones para piano dominan el otoño alemán de la danza...En Münster, Daniel Goldin construyó a partir de 3 composiciones para piano de Johannes Brahms - sobre un tema de Robert Schuhmann, op. 23; sobre un tema de Joseph Haydn para dos pianos, op. 56b; Variaciones y Fuga sobre un tema de Georg Friedrich Händel, op. 24 - su propia “Brahms.Variationen”. Él ajustó la coreografía, de una hora de duración, al pie descalzo, apoyando toda la planta del pie y luego la puso en un colchón de agua, la música proviene de una banda de sonido. Para la sala ‘Kleines Haus’, Matthias Dietrich construyó un escenario con agua - como un lejano eco de la escenografía de Rolf Borzik para la obra de Pina Bausch “Arien”. El gastado espacio se estrecha hacia atrás en un boquete con una tarima, donde un hombre, con muy pocos movimientos, comienza a danzar. La especial singularidad y la calidad de la coreografía de Goldin la obtiene a través de la característica del espacio de danza: el suelo está cubierto de agua hasta los tobillos…Comienza con la toma de impulso para la oscilación de los brazos y con manos temblorosas, típicos de la escuela Folkwang y como se encuentran en muchas obras de Pina Bausch. Goldin combina estas oscilaciones de brazos - al inicio ejecutadas más bien de forma tranquila y mesurada - combinadas con marchas y caminatas en Tempo creciente, poco después también en el agua que salpica cada vez más intensamente. Luego, en la segunda parte del espectáculo, el movimiento llega hasta el suelo. Progresivamente el agua, donde los bailarines se dejan caer constantemente, será más potente como elemento principal a lo largo de las tres piezas. El primer cuarto de la obra le corresponde a las mujeres. Como Ensemble, que siempre se divide en escenas de solistas, Laura Delfino, Jennifer Ocampo Monsalve, Ines Petretta y Perle Pinato, vestidas por Gaby Sogl con trajes de color pastel y pantalones acampanados, relevan al único hombre de la tarima. Durante mucho tiempo se contentan erguidas con marchas y caminatas, giros y piruetas suaves. Por primera vez, los cuatro hombres - Colin Clarke, Cassiano Garcia, Wilson Mosquera Suarez, Tsutomu Ozeki - que las reemplazan en la segunda cuarta parte, rompen con los tabús a los que las mujeres se someten: levantan el aislamiento del individuo. A su Ensemble completo, vestidos de manera oscura, Goldin los lleva constantemente, a través de diversos intentos, a un grandioso crescendo dancístico: ritual de purificación y parque acuático al mismo tiempo. El movimiento casi ascético de la primera mitad de la obra va ganando cuerpo y riqueza. En primer lugar, la principalmente ‘original’ coreografía llega a tener una bella naturalidad y alcanza una cima orgiástica: la mejor obra de Goldin desde hace mucho tiempo.”

Jochen Schmidt, balletanz, Nro. 2, Febrero de 2005


“Cuando un coreógrafo adapta para su arte, abstractas obras maestras de música, los espectadores experimentan una verdadera metamorfosis como un regalo para la vista y el oído. Exactamente eso consigue Daniel Goldin con sus “Brahms.Variationen”. El ballet de cámara es también gracias al diseño de iluminación, el de la escenografía y el de vestuario - Reinhard Hubert, Matthias Dietrich, Gaby Sogl respectivamente - una experiencia sensorial y estética. Por primera vez Daniel Goldin no cuenta casi ninguna historia, sino que se deja conducir por la forma musical del ciclo de variaciones. Como Johannes Brahms, Goldin no es ni ‘un defensor de las nuevas tonalidades’ ni un epígono. Pero ambos se remiten a la tradición como puente a su contemporaneidad y a su propia creación… Que Daniel Goldin utilice las composiciones musicales a través de música grabada con versiones acordes a la danza, subraya respetuosamente el carácter intimo de la obra de una hora de duración. El Tema lo baila cada vez un solista. Después se agregan las mujeres y los hombres. En la tercera parte bailan todos juntos. Las breves coreografías, engranadas unas en otras casi en una forma de historial, son construidas por Goldin como un crescendo. El escenario está inundado por el agua hasta los tobillos. Con reserva, las bailarinas se atreven a entrar al principio. Solamente una salpica un poco con la punta del pie. A continuación, los hombres caminan enérgicamente a través del agua y patean como jugadores de fútbol. Al final todos se estiran en el agua, chapoteando y con placer, como veraneantes bajo el sol en la playa. El vestuario bosqueja el tema de la variación a través de las transformaciones de la paleta de color y los diversos estilos de los elegantes y sobrios trajes y vestidos: primero con una alegría infantil, chándales blancos, amarillos y de color naranja, luego seguidos por los de color rojo fuego, terminando con un vestuario formal en lila y bordó. El recinto creado por Dietrich, recuerda al vestíbulo de un natatorio. Las paredes están cubiertas con un color verde marino y musgoso, las tonalidades están separadas unas de otras por líneas onduladas. Los paneles giratorios de las paredes, de un metro de ancho, ofrecen refinadas ‘puertas’ para las entradas y salidas. Seis lámparas esféricas cuelgan hacia abajo: lunas lechosas, que alumbran alternativamente la escena. Va a ser sombrío durante las variaciones lentas o compuestas en tono menor. Pero mayormente el espacio es luminoso, donde las bailarinas y los bailarines dan la impresión de ser mucho menos melancólicos y temerosos que en otras composiciones para ballet de Goldin como “Viaje de invierno” y “La muerte y la doncella”. Los gestos de las manos, a menudo ‘tocar el piano’ y el llegar a dominar el ‘encogerse de hombros’(¿Símbolo de la búsqueda de la correcta expresión?) son obvios. Cascadas de perlas siseando y centellando, reflejadas en las paredes y sobre la superficie del agua; produciendose efectos sonoros fantásticos y una óptica de encanto. Goldin redescubrió el no muy ‘teatral’ compositor Brahms de una manera muy ingeniosa para la danza. Se alinea dignamente con sus predecesores como Léonide Massine, George Balanchine, John Cranko y también Bronislawa Nijinska.”

Marieluise Jeitschko, tanzjournal Nro. 1, febrero / marzo de 2005


“…Daniel Goldin deja chapotear a sus bailarines y bailarinas en el frío ambiente clasicista de una terma romana, con las variaciones de Schumann, Haydn y Händel. Hay que darle la razón, expresado de una manera directa, pues la combinación de danza y agua tiene mucho efecto. La única desventaja es que el espacio donde se danza, entre las sombrías paredes veteadas, no se puede secar de vez en cuando. De ninguna manera se puede negar que toda una velada con el agua hasta los tobillos, no es sólo un desafío para los bailarines, sino también un estorbo artístico. El impredecible chapuzón y usado deliberadamente muy pocas veces, sabotea el sentido de la música, la cual proviene de una banda de sonido grabada, siendo a su vez ésta, la única forma utilizable. Pero las coreografías líricas de esta velada, con una amplia sobriedad onírica, requieren una presencia sensible de la conmovedora música para piano, necesitan un partenaire equivalente. Quizás se le queda atravesado este hecho solo al excéntrico sibarita, pues “Brahms.Variationen” es una de las obras más lúdicas y llenas de humor de Daniel Goldin desde hace tiempo. La música y la danza flirtean en un Pas de deux - y la constante pureza del elemento agua, mantiene atrapada esta conmovedora combinación, en su electrizante agarre. A pesar del cambio de colorido, del optimista amarillo-naranja hasta el lila-azul, los bien temperados cambios entre el comportamiento reflexivo y la elemental y serena corporeidad, producen una intensidad constante. No se piensa para nada, en estar tocando un caramelo con los dedos.”

GIG, mayo de 2005

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